Santa Rosa | Asalto a Corredera: "Fue la peor noche de mi vida", dijo la víctima
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Los cuatro acusados por el violento asalto a Ilda Corredera no declararon. La mujer relató los tormentos que sufrió. (Foto: El Diario LP)
“Fue la peor noche de mi vida”, relató Ilda Susana Palacios de Corredera este miércoles. La mujer contó el “calvario” a la que fue sometida el 28 de octubre del año pasado, cuando la asaltaron en Barrio Fite. Durante la primera jornada del juicio, los cuatro acusados del violento asalto se negaron a declarar. Los cuatro imputados por el delito de intento de homicidio y robo agravado son José María “El Mono” Jamad, Carlos Daniel Flores, Claudio Andrés Aguirre Alarcón y Fanny Erica Martín. Jamad fue el único que se declaró inocente y dejó abierta la posibilidad de declarar más adelante. Este miércoles no aceptó contestar preguntas del tribunal, conformado por los jueces Florencia Maza, Carlos Matei y Daniel Ralli.
La mujer, en cambio, ofreció un relato estremecedor de lo que le tocó vivir ese día, a la una de la madrugada, cuando uno de los atacantes ingresó por la claraboya del techo de la vivienda de Perú al 900 y le abrió la puerta del living al resto. Según contó, la ataron, la manosearon, la golpearon y le echaron alcohol en el cuerpo mientras la amenazaban con prenderla fuego. Le pusieron una bolsa en la cabeza para asfixiarla. Y, al final, la encerraron en el baño.
Los asaltantes actuaron a cara descubierta y se llevaron 2.000 pesos, 2000 euros, dos televisores LCD, algunas joyas y una camioneta Ecosport que abandonaron al sur de la ciudad. Corredera contó que los atacantes no se conformaban con el botín, la ataron y comenzaron a manosearla y amenazarla. Luego la goleparon duramente. Y la rociaron con alcohol. “Ya me cargué a dos viejos y no tengo problemas en cargarme a otro”, dijo la mujer que escuchó de uno de los asaltantes. Nadie lo mencionó en el debate, pero un tiempo antes del robo había ocurrido el crimen del matrimonio Epifanio, un hecho que aun continúa impune: los investigadores policiales llegaron a sospechar de los acusados del robo por esta referencia que hizo la víctima, aunque esa pista no avanzó en el expediente.
Hilda Susana Palacios de Corredera tiene 68 años y en su testimonio contó con lujo de detalles la secuencia de una madrugada de terror. A la medianoche se estaba pintando las uñas, cuando una chica le tocó timbre desesperada porque supuestamente la venían persiguiendo y quería llamar por teléfono a su padre. Le dio tres números y cuando volvió a la puerta la joven ya no estaba más.
Al rato, a la una, las perras se bajaron de la cama y encararon enfurecidas para el lado del baño. En ese momento, la mujer vio que se descolgaba una persona por la claraboya del baño, a la que le habían sacado la reja. Cuando se quiso dar cuenta, ya había tres personas en el living. “Me tapé la cabeza y me puse en manos de Dios”, recordó.
Los tres muchachos la llevaron al dormitorio, le cubrieron la cabeza con un cubrecama y le reclamaron por dinero. Les dijo dónde estaba la caja fuerte pero que no tenía nada de valor. Los asaltantes encontaron el pasaporte con su nombre. “Asi que sos Corredera. Vos tenés plata”, le dijeron. “Después empezó el calvario, me pedían dinero, pero les dije que yo había venido de España hacia poco y que tenía euros, que era lo único que tenía. Dijeron que los euros no les servían y querían dólares. Escuché que sacaban los televisores, ruidos de cierres de camperas que se probaban. Yo tenía joyas, y les dije dónde estaban. Se las llevaron todas”, relató.
Luego llegó lo peor, porque los asaltantes querían más. “Fue un manoseo inolvidable, la verdad que la peor noche de mi vida. Uno me tocaba los genitales, me decía si estaba menstruando. Le decía a otro de ellos ‘ponele la linterna en el culo’. Ejercía presión con sus dedos sobre mi ano, yo no podía defenderme porque estaba atada”, describió.
“Luego agarró el pezón derecho, me lo tiró de una forma tan brutal que según mi ginecólogo me lo desprendió. Ahí le grite ‘soltame hijo de puta’. Y empezó a pegarme con más violencia en el rostro, me pisaban las piernas... me desfiguró”, prosiguió.
La mujer mencionó que la rociaron con alcohol y la amenazaron con quemarla. Encontraron cien dólares y la golpearon con más ferocidad porque la acusaban de esconderlos. “Después trajeron papel film de la cocina, y le dijo a otro que me envolviera la cabeza como si fuera un matambre. Ahí sentí que me moría, gracias a que alcance a perforar el papel con el diente, me alivié un poco. Creí que de ahi no salía”, confió.
Finalmente, la encerraron bajo llave en el baño y se fueron. “Cuando pude zafar los pies, con mucha dificultad y apoyándome en el bidet logré meter las manos en la bacha, puse debajo del agua hasta que se aflojaron los cordones. Cuando logré zafar de las ataduras me senté en el inodoro y el espíritu de supervivencia me dijo que tenia que salir, eran las 3 de la mañana y había perdido mucha sangre, tenía la parte interior de los labios desprendido, el tabique torcido”, detalló.
Con una tijera rompió la madera de la puerta y logró salir recién a las seis de la mañana. Llamó a su hija y se bañó antes de que llegase la policía. Los ladrones habían roto el yeso y los taparrollos buscando más dinero.
Corredera dijo que no pudo reconocer los rostros de los asaltantes. Pero describió cómo estaban vestidos y reconoció uno de los pantalones que llevaba uno de ellos y ahora le mostraron los jueces. Recordó una particularidad del que ingresó por la claraboya: “Lo que más me dolió de su actitud era que pateaba a las perras”.
Corredera permaneció varios días internada en la clínica Faerac. “Como secuela me quedó mucho dolor en la mama. Me quedaron daños. Me cambiaron la vida, yo era una mujer alegre que salía a todos lados, que no tenía miedo de nada. Tuve que dejar mi casa porque fue imposible seguir viviendo ahí, a pesar de que tuve la contención de mi familia y amigas. A pesar de que tenía todas las medidas de seguridad, para mí era imposible vivir ahí”, manifestó.
“Lo del cuerpo se pasa, pero lo que queda en la cabeza no se va más. No saben el daño inmenso que me hicieron, las secuelas que dejaron en mi alma. Me banco lo que venga, pero a esto no lo puedo superar. Soy otra persona, desgraciadamente, para mal”, agregó. “Sentí que me moría. Me lo decían, y tenía la convicción de que me iban a matar”, concluyó.
El Diario LP
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“Fue la peor noche de mi vida”, relató Ilda Susana Palacios de Corredera este miércoles. La mujer contó el “calvario” a la que fue sometida el 28 de octubre del año pasado, cuando la asaltaron en Barrio Fite. Durante la primera jornada del juicio, los cuatro acusados del violento asalto se negaron a declarar. Los cuatro imputados por el delito de intento de homicidio y robo agravado son José María “El Mono” Jamad, Carlos Daniel Flores, Claudio Andrés Aguirre Alarcón y Fanny Erica Martín. Jamad fue el único que se declaró inocente y dejó abierta la posibilidad de declarar más adelante. Este miércoles no aceptó contestar preguntas del tribunal, conformado por los jueces Florencia Maza, Carlos Matei y Daniel Ralli.
La mujer, en cambio, ofreció un relato estremecedor de lo que le tocó vivir ese día, a la una de la madrugada, cuando uno de los atacantes ingresó por la claraboya del techo de la vivienda de Perú al 900 y le abrió la puerta del living al resto. Según contó, la ataron, la manosearon, la golpearon y le echaron alcohol en el cuerpo mientras la amenazaban con prenderla fuego. Le pusieron una bolsa en la cabeza para asfixiarla. Y, al final, la encerraron en el baño.
"El Mono" Jamad, frente al tribunal.
Los asaltantes actuaron a cara descubierta y se llevaron 2.000 pesos, 2000 euros, dos televisores LCD, algunas joyas y una camioneta Ecosport que abandonaron al sur de la ciudad. Corredera contó que los atacantes no se conformaban con el botín, la ataron y comenzaron a manosearla y amenazarla. Luego la goleparon duramente. Y la rociaron con alcohol. “Ya me cargué a dos viejos y no tengo problemas en cargarme a otro”, dijo la mujer que escuchó de uno de los asaltantes. Nadie lo mencionó en el debate, pero un tiempo antes del robo había ocurrido el crimen del matrimonio Epifanio, un hecho que aun continúa impune: los investigadores policiales llegaron a sospechar de los acusados del robo por esta referencia que hizo la víctima, aunque esa pista no avanzó en el expediente.
Una madrugada de terror
Hilda Susana Palacios de Corredera tiene 68 años y en su testimonio contó con lujo de detalles la secuencia de una madrugada de terror. A la medianoche se estaba pintando las uñas, cuando una chica le tocó timbre desesperada porque supuestamente la venían persiguiendo y quería llamar por teléfono a su padre. Le dio tres números y cuando volvió a la puerta la joven ya no estaba más.
Al rato, a la una, las perras se bajaron de la cama y encararon enfurecidas para el lado del baño. En ese momento, la mujer vio que se descolgaba una persona por la claraboya del baño, a la que le habían sacado la reja. Cuando se quiso dar cuenta, ya había tres personas en el living. “Me tapé la cabeza y me puse en manos de Dios”, recordó.
Los tres muchachos la llevaron al dormitorio, le cubrieron la cabeza con un cubrecama y le reclamaron por dinero. Les dijo dónde estaba la caja fuerte pero que no tenía nada de valor. Los asaltantes encontaron el pasaporte con su nombre. “Asi que sos Corredera. Vos tenés plata”, le dijeron. “Después empezó el calvario, me pedían dinero, pero les dije que yo había venido de España hacia poco y que tenía euros, que era lo único que tenía. Dijeron que los euros no les servían y querían dólares. Escuché que sacaban los televisores, ruidos de cierres de camperas que se probaban. Yo tenía joyas, y les dije dónde estaban. Se las llevaron todas”, relató.
Luego llegó lo peor, porque los asaltantes querían más. “Fue un manoseo inolvidable, la verdad que la peor noche de mi vida. Uno me tocaba los genitales, me decía si estaba menstruando. Le decía a otro de ellos ‘ponele la linterna en el culo’. Ejercía presión con sus dedos sobre mi ano, yo no podía defenderme porque estaba atada”, describió.
“Luego agarró el pezón derecho, me lo tiró de una forma tan brutal que según mi ginecólogo me lo desprendió. Ahí le grite ‘soltame hijo de puta’. Y empezó a pegarme con más violencia en el rostro, me pisaban las piernas... me desfiguró”, prosiguió.
La mujer mencionó que la rociaron con alcohol y la amenazaron con quemarla. Encontraron cien dólares y la golpearon con más ferocidad porque la acusaban de esconderlos. “Después trajeron papel film de la cocina, y le dijo a otro que me envolviera la cabeza como si fuera un matambre. Ahí sentí que me moría, gracias a que alcance a perforar el papel con el diente, me alivié un poco. Creí que de ahi no salía”, confió.
Finalmente, la encerraron bajo llave en el baño y se fueron. “Cuando pude zafar los pies, con mucha dificultad y apoyándome en el bidet logré meter las manos en la bacha, puse debajo del agua hasta que se aflojaron los cordones. Cuando logré zafar de las ataduras me senté en el inodoro y el espíritu de supervivencia me dijo que tenia que salir, eran las 3 de la mañana y había perdido mucha sangre, tenía la parte interior de los labios desprendido, el tabique torcido”, detalló.
Con una tijera rompió la madera de la puerta y logró salir recién a las seis de la mañana. Llamó a su hija y se bañó antes de que llegase la policía. Los ladrones habían roto el yeso y los taparrollos buscando más dinero.
Corredera dijo que no pudo reconocer los rostros de los asaltantes. Pero describió cómo estaban vestidos y reconoció uno de los pantalones que llevaba uno de ellos y ahora le mostraron los jueces. Recordó una particularidad del que ingresó por la claraboya: “Lo que más me dolió de su actitud era que pateaba a las perras”.
Las secuelas
Corredera permaneció varios días internada en la clínica Faerac. “Como secuela me quedó mucho dolor en la mama. Me quedaron daños. Me cambiaron la vida, yo era una mujer alegre que salía a todos lados, que no tenía miedo de nada. Tuve que dejar mi casa porque fue imposible seguir viviendo ahí, a pesar de que tuve la contención de mi familia y amigas. A pesar de que tenía todas las medidas de seguridad, para mí era imposible vivir ahí”, manifestó.
“Lo del cuerpo se pasa, pero lo que queda en la cabeza no se va más. No saben el daño inmenso que me hicieron, las secuelas que dejaron en mi alma. Me banco lo que venga, pero a esto no lo puedo superar. Soy otra persona, desgraciadamente, para mal”, agregó. “Sentí que me moría. Me lo decían, y tenía la convicción de que me iban a matar”, concluyó.
El Diario LP
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