La Gloria | La escuela que cumplió 100 años y se rehúsa a desaparecer
https://www.lapampadiaxdia.com.ar/2015/08/la-gloria-la-escuela-que-cumplio-100.html
Los alumnos tienen que viajar 15 kilómetros diariamente.(Foto: El Diario LP)
Los habitantes de La Gloria, el pueblo que tiene un centenar de habitantes ubicado a 50 kilómetros al este de Santa Rosa, tienen por delante un festejo agridulce: el centenario de la Escuela Nº 90. Fundada el 1º de agosto de 1915, ahora hace 4 años cerró sus puertas. Piden que la reabran porque ya cumplen con los requisitos y la matrícula mínima, en una población que tiene un renacer por decenas de familias que se fueron a vivir allí en los últimos años.
Por ahora, los chicos que viven en el pueblo se tienen que subir a una Trafic y recorrer diariamente casi quince kilómetros de la peligrosa ruta nacional 5, para ir a estudiar a Lonquimay (la mayoría) o ir en el colectivo de línea a Uriburu. Otros pobladores, por la falta de escuela, se fueron este año a otros pueblos.
Reunidos en El Bodegón, el bar-almacén del pueblo, un grupo de viejos y nuevos pobladores de La Gloria explicó ayer en una entrevista con El Diario el reclamo que tienen para que el Ministerio de Educación reabra la Escuela Nº 90, un establecimiento que tiene un edificio impecable ahora deshabitado.
Baldomero Blanco (83), es uno de los “antiguos” pobladores de La Gloria. Llegó hace 25 años, cuando apenas quedaban tres o cuatro habitantes. “Fui el segundo en llegar”, dijo. Desde entonces, cuando se entregaron terrenos para repoblar el lugar, hubo un sube y baja continuo en el número de habitantes. Las inundaciones y la paralización del tren fueron procesos que empujaron el despoblamiento. Por esos años, a mediados de los años ’90, los pobladores de La Gloria se contaban con los dedos de una mano.
Claudia Moyano hace 7 años que vive en La Gloria. Es la enfermera del pueblo: la reapertura de la posta fue uno de los logros de los últimos años. “La cantidad de ancianos y de niños, fue uno de los motivos para esa reapertura”, dijo Moyano.
Laura Cavazza es artesana y hace cuatro años que está en el pueblo. Ella le dará el próximo habitante a La Gloria: tiene un embarazo avanzado y muestra su panza. “Soy una de las más interesadas en que se reabra la escuela”, dice. En noviembre de 2014 presentaron documentación en el Ministerio de Educación con un petitorio firmado por los habitantes del pueblo y los padres que pedían la reapertura de la escuela.
“Pero no nos hicieron caso”, dice Cavazza. Les habían dicho que la matrícula debía ser de cinco o seis alumnos: la cumplían ampliamente. “Además están los adultos que quieren terminar”, agregó.
Los trastornos de los padres que se quedaron sin escuela son múltiples. Claudia Moyano cuenta el caso de una madre que inscribió a su nene en el jardín. “Se sube a Expreso Catriló a las 7 de la mañana. Y tiene que esperar que abra el jardín a las 9 horas”, dijo. “Después tiene que esperar que venga el micro, pero a la salida de los chicos de la primaria”, explicó. La mamá pierde toda la mañana en Uriburu.
Otro grupo asiste a las escuelas de Lonquimay. “Es un riesgo. Todos los días se suben a la ruta 5, que es una ruta peligrosa. Innecesariamente, porque con una maestra, lo arreglan”, dice Adriana Muñoz, otra docente y artista, quien desde hace cuatro años tiene una casa que usa los fines de semana.
La falta de escuela provocó que algunas familias se vayan. “En El Oasis, una chacra que está cruzando la ruta 5, una familia se había asentado. Tenían dos nenes. Los anotaron en la escuela de Lonquimay. Les dijeron que el transporte escolar iba a pasar. El primer día, no fueron. Al día siguiente les dijeron que era por el seguro. Los anotaron. Pero nunca fue el transporte y no le dieron explicación”, contó Claudia Moyano. Esa familia se mudó a Toay.
También cuentan una situación insólita, propia de la burocracia: a algunos padres les mandaron asistente social para vigilar si sus chicos iban a la escuela. La confusión es porque los chicos del pueblo están desparramados entre Lonquimay y Uriburu. Esos mismos padres, el año pasado, firmaron un pedido para la apertura de la escuela.
Los habitantes de La Gloria, el pueblo que tiene un centenar de habitantes ubicado a 50 kilómetros al este de Santa Rosa, tienen por delante un festejo agridulce: el centenario de la Escuela Nº 90. Fundada el 1º de agosto de 1915, ahora hace 4 años cerró sus puertas. Piden que la reabran porque ya cumplen con los requisitos y la matrícula mínima, en una población que tiene un renacer por decenas de familias que se fueron a vivir allí en los últimos años.
Por ahora, los chicos que viven en el pueblo se tienen que subir a una Trafic y recorrer diariamente casi quince kilómetros de la peligrosa ruta nacional 5, para ir a estudiar a Lonquimay (la mayoría) o ir en el colectivo de línea a Uriburu. Otros pobladores, por la falta de escuela, se fueron este año a otros pueblos.
Reunidos en El Bodegón, el bar-almacén del pueblo, un grupo de viejos y nuevos pobladores de La Gloria explicó ayer en una entrevista con El Diario el reclamo que tienen para que el Ministerio de Educación reabra la Escuela Nº 90, un establecimiento que tiene un edificio impecable ahora deshabitado.
Baldomero Blanco (83), es uno de los “antiguos” pobladores de La Gloria. Llegó hace 25 años, cuando apenas quedaban tres o cuatro habitantes. “Fui el segundo en llegar”, dijo. Desde entonces, cuando se entregaron terrenos para repoblar el lugar, hubo un sube y baja continuo en el número de habitantes. Las inundaciones y la paralización del tren fueron procesos que empujaron el despoblamiento. Por esos años, a mediados de los años ’90, los pobladores de La Gloria se contaban con los dedos de una mano.
Claudia Moyano hace 7 años que vive en La Gloria. Es la enfermera del pueblo: la reapertura de la posta fue uno de los logros de los últimos años. “La cantidad de ancianos y de niños, fue uno de los motivos para esa reapertura”, dijo Moyano.
Laura Cavazza es artesana y hace cuatro años que está en el pueblo. Ella le dará el próximo habitante a La Gloria: tiene un embarazo avanzado y muestra su panza. “Soy una de las más interesadas en que se reabra la escuela”, dice. En noviembre de 2014 presentaron documentación en el Ministerio de Educación con un petitorio firmado por los habitantes del pueblo y los padres que pedían la reapertura de la escuela.
“Pero no nos hicieron caso”, dice Cavazza. Les habían dicho que la matrícula debía ser de cinco o seis alumnos: la cumplían ampliamente. “Además están los adultos que quieren terminar”, agregó.
Los trastornos de los padres que se quedaron sin escuela son múltiples. Claudia Moyano cuenta el caso de una madre que inscribió a su nene en el jardín. “Se sube a Expreso Catriló a las 7 de la mañana. Y tiene que esperar que abra el jardín a las 9 horas”, dijo. “Después tiene que esperar que venga el micro, pero a la salida de los chicos de la primaria”, explicó. La mamá pierde toda la mañana en Uriburu.
Otro grupo asiste a las escuelas de Lonquimay. “Es un riesgo. Todos los días se suben a la ruta 5, que es una ruta peligrosa. Innecesariamente, porque con una maestra, lo arreglan”, dice Adriana Muñoz, otra docente y artista, quien desde hace cuatro años tiene una casa que usa los fines de semana.
La falta de escuela provocó que algunas familias se vayan. “En El Oasis, una chacra que está cruzando la ruta 5, una familia se había asentado. Tenían dos nenes. Los anotaron en la escuela de Lonquimay. Les dijeron que el transporte escolar iba a pasar. El primer día, no fueron. Al día siguiente les dijeron que era por el seguro. Los anotaron. Pero nunca fue el transporte y no le dieron explicación”, contó Claudia Moyano. Esa familia se mudó a Toay.
También cuentan una situación insólita, propia de la burocracia: a algunos padres les mandaron asistente social para vigilar si sus chicos iban a la escuela. La confusión es porque los chicos del pueblo están desparramados entre Lonquimay y Uriburu. Esos mismos padres, el año pasado, firmaron un pedido para la apertura de la escuela.
Adriana Muñoz explica por qué dice que solo hace falta una maestra. “Porque la escuela está impecable. Hay un portero que lo mantiene”, detalló.
La escuela, según pudo recorrer un cronista de El Diario, luce remozada. Tiene la pintura mantenida, una ligustrina prolijamente recortada embellece la entrada. El patio es una hermosa cancha de fútbol rodeada de enormes eucaliptus. Una placa del año 1965 recuerda las bodas de oro, el 50º aniversario, Otra las de diamante: es una placa de 1990 que lleva la firma del exgobernador Néstor Rufino Ahuad y del ministro de Educación, Miguel Ángel Tanos. En el portal, sigue la consigna inscripta en la inauguración del edificio en el año 1982, años de intervención militar: “Amar, honrar y servir a la patria”.
Baldomero Blanco lo dice en palabras sencillas: “Tenemos un puñado de chicos. Son pampeanos y argentinos: tienen el mismo derecho que cualquier otro chico a estudiar”. Dijo que va a luchar por siempre “para que la escuela se reabra”. Adriana pinta con una frase la actualidad de La Gloria: “Embarazadas y pibes hay al rolete”.
Asentados en cercanías de la estancia “Los Robles” de los Werthein, familia que construyó un imperio económico desde La Pampa, los pobladores de La Gloria ratifican todos los días su elección. “No queremos que el pueblo se muera”, dice Baldomero Blanco, pero saben que este renacer tiene mucha fuerza.
En El Bodegón se respira un aire de pasado: hay una enorme estufa a leña. Las artesanías de campo, se mezclan con el pool y una rockolla, que ya no suena. Este domingo es un hervidero el lugar.
El domingo 16 de agosto habrá un almuerzo y baile por los 100 años. Para que ese festejo tenga además otro sentido, dieron a conocer la lucha por la reapertura de la escuela. Y juntaron a los exalumnos, a los exdirectivos y docentes, con los niños que reclaman un banco en la escuela de su pueblo.
El Diario LP
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