Crimen de Villa Martita: tres testigos confirmaron la hipótesis de un crimen por encargo
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En la segunda jornada del juicio por el crimen de Villa Martita, tres testimonios comprometieron a los acusados. Diego López, Gastón Soria y Carlos Luján Sosa están señalados como autor material, partícipe necesario o secundario, y autor intelectual, respectivamente. (Foto: El Diario LP)
Seguí el Caso Fuentes Cabal
En la segunda jornada de juicio oral y público que se le sigue a Diego López, Gastón Soria y Carlos Luján Sosa por el crimen de Griselda Fuentes Cabal y el intento de homicidio de Eduardo Ros, tres testigos confirmaron que en los días previos al hecho hubo una oferta de hacer “un trabajo para asustar a alguien por plata”. Dos de los testigos señalaron que sabían que Sosa le había ofrecido la tarea a uno de los acusados, Gastón Soria, que debía trasladar al encargado de concretar la faena.
Los tres testigos habían declarado antes ante el juez de control y en el juicio el tribunal debió ordenar que se escuchara el audio de las declaraciones para que recordaran los detalles de los relatos. Los tres manfiestaron sentir temor y uno de ellos denunció que recibió una “golpiza” en la Brigada de Investigaciones para que contara lo que supiera. De todos modos, los tres ratificaron que dijeron la verdad y comprometieron a los acusados.
Este martes no estuvo presente en la audiencia el empresario Eduardo Ros, aunque si sus abogados querellantes. El juicio comenzó el viernes pasado y los tres imputados se negaron a declarar. En esa jornada si habló el empresario Eduardo Ros, que relató el ataque y cómo salvó milagrosamente su vida luego de recibir dos disparos en la cabeza.
El fiscal del juicio, Guillermo Sancho, imputa a los tres acusados el delito de homicidio doblemente agravado por precio o promesa remuneratoria y uso de arma de fuego (como autor material, partícipe secundario y autor intelectual). Los jueces que intervienen en el debate son Aníbal Andrés Olié, Carlos Alberto Besi y Carlos Fernández Articó (conjuez), quienes deberán decidir si aceptan el pedido de realizar una reconstrucción del hecho, algo que fue planteado por los abogados defensores. Gastón Gómez patrocina a López, Horacio Tanus Maffud a Soria y Juan Carlos De la Vega y Amilcar Fiorucci a Sosa. La víctima tiene como abogados a Cesar Augusto Rodríguez y Natalio Perés.
El caso conmocionó a la sociedad pampeana. El 14 de mayo del año pasado, a la noche, cuando ingresó en su camioneta al patio de su casa de Santa Rosa, en Illía al 2.066 de Villa Martita, Ros recibió un disparo en el rostro. El sicario, sin mediar palabra, luego disparó a quemarropa en la nuca de Griselda Fuentes Cabal, la pareja de Ros, que murió casi en el acto. El atacante intentó rematar al empresario con un disparo en el piso. Sin embargo, Ros sobrevivió y pudo llamar por teléfono para pedir ayuda.
Un motorista policial que demoró minutos antes del crimen a una persona que le pareció sospechosa, estacionada en un auto a una cuadra y medio del lugar, posibilitó la detención de los autores del hecho. En celular de Gastón Soria los pesquisas descubrieron mensajes de texto que fueron la punta del ovillo para orientar la pesquisa hacia un crimen por encargo.
García confirmó que en los días previos Soria le ofreció “hacer un trabajo para asustar, para darle un tiro, a alguien por plata”. Dijo que lo había “apretado” la Policía y los fiscales le habían hecho firmar la primera declaración porque estaba con una prisión condicional de tres años y lo amenazaron con hacerle cumplir en forma efectiva esa condena. “Lo sentí como un apriete, pero dije la verdad”, aclaró, de todos modos.
García admitió que un amigo, Gonzalo Sebatián Gómez Castillo, se acercó a su casa junto a Soria para consumir marihuana y le ofreció el “trabajo”. Confió que simuló primero aceptarlo, porque pensaba “cagar” a la persona que ponía el dinero -nunca la identificó-, simulando que había cumplido la misión y cobrando lo pactado. Sin embargo, luego tuvo un intercambio de mensajes con Soria y este le dijo que no le iban a adelantar la paga. “Le contesté que yo no hacía ese trabajo ni por poco ni por mucho, que se buscaran a otro”, le dijo a los jueces.
Según el testigo, Soria le había dicho que podía quedarse con la recaudación que la víctima iba a llevar en la camioneta. “Me dijo que había un hombre que pagaba si le pegaban un tiro, no matarlo, había 30 mil pesos y la recaudación que hubiera en la camioneta”, precisó. “Yo quería hacerle un chamuyo y cagarlo con la plata. Les dije que lo iba a hacer, no sabía quién pagaba. Cuando Soria me mandó un mensaje y me dijo que la plata iba a estar al otro día, le contesté que a quién le reclamaba yo si le pasaba algo al viejo (al autor intelectual del crimen), que se buscara otro”, confió.
Finalmente, contó que a López lo conoce del barrio, porque también iba a comprar marihuana, pero que nunca escuchó su nombre relacionado al trabajo que le ofrecieron.
Ramos Castillo, un peón rural, es amigo de Soria. Recordó que una noche estaba en su casa y llego el tío de Soria, Sosa, y ambos salieron a hablar afuera. Cuando Soria ingresó nuevamente a la vivienda, le mencionó que le había ofrecido el “trabajo”, que era “asustar” a una persona a cambio de 15 o 20 mil pesos. “Era pegarle un buen susto y, si quería, robarle. Nunca pensé que era para matarlo”, precisó. “Le dije que no me interesaba y me preguntó si conocía a alguien que pudiera hacerlo. Fuimos a verlo a Chichano para consumir marihuana. Yo no le ofrecí nada, le comentamos nomás”, confirmó.
Después de esa ocasión, en los días previos al crimen, Ramos Castillo acompañó a Soria en el auto, pasaron frente a la rotisería de Ros y levantaron a Sosa a la vuelta. De allí Sosa les indicó el camino, por la ruta 5, hasta la vivienda de la víctima, donde les marcó a ambos la casa de color amarillo. Dijo que luego lo bajaron en Pasteur y Dante Aliguieri. En ese momento “nos ofrecieron 30 mil pesos, pero yo no quise hacer nada. Soria me dijo que no me hiciera problema que ya habían conseguido a alguien”, señaló.
El testigo solo no ratificó un punto de su anterior declaración, cuando dijo que Sosa les había ofrecido el arma para realizar el “trabajo”. “Eso no lo recuerdo”, reafirmó.
Pero la noche del hecho Molina estaba en la casa de Soria. Aseguró que este se fue alrededor de las 21.30 horas y que, más tarde, como no regresaba, le mandó un mensaje (¿“Qué onda?”) al celular, preocupado porque no volvía y él sospechaba que había ido a hacer la tarea que le habían ofrecido.
Molina fue demorado esa noche, a las 24, cuanda la policía fue hasta la casa de Soria, con la evidencia de los mensajes que habían visto en el celular que le habían secuestrado, cuando lo demoraron, a una cuadra y media de la escena del crimen, en actitud sospechosa. Contó que lo tuvieron toda la madrugada demorado, hasta el otro día al mediodía, y en esas condiciones hizo su primera declaración de lo que sabía.
Posteriormente declaró la perito genetista Elina Francisco, quien tuvo a su cargo los estudios de ADN de los elementos secuestrados en el auto de Soria. Francisco confirmó que se encontraron rastros genéticos compatibles con los de Sosa y López en el auto Fiat Palio, propiedad de Soria.
También declaró el dueño de la empresa fumigadora donde trabajaba López desde hacía veinte días antes del hecho. Diego Sebastían Ghergo -propietario de desinfectadora Andrada- confirmó que en la empesa López usaba un buzo azul y rojo y una chaquetilla roja para trabajar. Ros, en su declaración, dijo que vio un movimiento de “algo rojo” a su costado antes de recibir el primer disparo.
En la segunda jornada de juicio oral y público que se le sigue a Diego López, Gastón Soria y Carlos Luján Sosa por el crimen de Griselda Fuentes Cabal y el intento de homicidio de Eduardo Ros, tres testigos confirmaron que en los días previos al hecho hubo una oferta de hacer “un trabajo para asustar a alguien por plata”. Dos de los testigos señalaron que sabían que Sosa le había ofrecido la tarea a uno de los acusados, Gastón Soria, que debía trasladar al encargado de concretar la faena.
Los tres testigos habían declarado antes ante el juez de control y en el juicio el tribunal debió ordenar que se escuchara el audio de las declaraciones para que recordaran los detalles de los relatos. Los tres manfiestaron sentir temor y uno de ellos denunció que recibió una “golpiza” en la Brigada de Investigaciones para que contara lo que supiera. De todos modos, los tres ratificaron que dijeron la verdad y comprometieron a los acusados.
Este martes no estuvo presente en la audiencia el empresario Eduardo Ros, aunque si sus abogados querellantes. El juicio comenzó el viernes pasado y los tres imputados se negaron a declarar. En esa jornada si habló el empresario Eduardo Ros, que relató el ataque y cómo salvó milagrosamente su vida luego de recibir dos disparos en la cabeza.
El fiscal del juicio, Guillermo Sancho, imputa a los tres acusados el delito de homicidio doblemente agravado por precio o promesa remuneratoria y uso de arma de fuego (como autor material, partícipe secundario y autor intelectual). Los jueces que intervienen en el debate son Aníbal Andrés Olié, Carlos Alberto Besi y Carlos Fernández Articó (conjuez), quienes deberán decidir si aceptan el pedido de realizar una reconstrucción del hecho, algo que fue planteado por los abogados defensores. Gastón Gómez patrocina a López, Horacio Tanus Maffud a Soria y Juan Carlos De la Vega y Amilcar Fiorucci a Sosa. La víctima tiene como abogados a Cesar Augusto Rodríguez y Natalio Perés.
El caso conmocionó a la sociedad pampeana. El 14 de mayo del año pasado, a la noche, cuando ingresó en su camioneta al patio de su casa de Santa Rosa, en Illía al 2.066 de Villa Martita, Ros recibió un disparo en el rostro. El sicario, sin mediar palabra, luego disparó a quemarropa en la nuca de Griselda Fuentes Cabal, la pareja de Ros, que murió casi en el acto. El atacante intentó rematar al empresario con un disparo en el piso. Sin embargo, Ros sobrevivió y pudo llamar por teléfono para pedir ayuda.
Un motorista policial que demoró minutos antes del crimen a una persona que le pareció sospechosa, estacionada en un auto a una cuadra y medio del lugar, posibilitó la detención de los autores del hecho. En celular de Gastón Soria los pesquisas descubrieron mensajes de texto que fueron la punta del ovillo para orientar la pesquisa hacia un crimen por encargo.
“Si le pegaban un tiro había 30 mil”
Este martes, en la segunda audiencia del juicio, el primero en declarar fue Cristian José “Chichano” García. El joven pidió al tribunal que los medios de prensa no le sacaran fotos por temor a represalias. Si bien en el inicio de su testimonio intentó negar lo que había declarado en la instrucción de la causa, después de escuchar la declaración grabada, la ratificó por compelto.García confirmó que en los días previos Soria le ofreció “hacer un trabajo para asustar, para darle un tiro, a alguien por plata”. Dijo que lo había “apretado” la Policía y los fiscales le habían hecho firmar la primera declaración porque estaba con una prisión condicional de tres años y lo amenazaron con hacerle cumplir en forma efectiva esa condena. “Lo sentí como un apriete, pero dije la verdad”, aclaró, de todos modos.
García admitió que un amigo, Gonzalo Sebatián Gómez Castillo, se acercó a su casa junto a Soria para consumir marihuana y le ofreció el “trabajo”. Confió que simuló primero aceptarlo, porque pensaba “cagar” a la persona que ponía el dinero -nunca la identificó-, simulando que había cumplido la misión y cobrando lo pactado. Sin embargo, luego tuvo un intercambio de mensajes con Soria y este le dijo que no le iban a adelantar la paga. “Le contesté que yo no hacía ese trabajo ni por poco ni por mucho, que se buscaran a otro”, le dijo a los jueces.
Según el testigo, Soria le había dicho que podía quedarse con la recaudación que la víctima iba a llevar en la camioneta. “Me dijo que había un hombre que pagaba si le pegaban un tiro, no matarlo, había 30 mil pesos y la recaudación que hubiera en la camioneta”, precisó. “Yo quería hacerle un chamuyo y cagarlo con la plata. Les dije que lo iba a hacer, no sabía quién pagaba. Cuando Soria me mandó un mensaje y me dijo que la plata iba a estar al otro día, le contesté que a quién le reclamaba yo si le pasaba algo al viejo (al autor intelectual del crimen), que se buscara otro”, confió.
Finalmente, contó que a López lo conoce del barrio, porque también iba a comprar marihuana, pero que nunca escuchó su nombre relacionado al trabajo que le ofrecieron.
“Había que pegarle un buen susto”
El testimonio de Gonzalo Sebastián Ramos Castillo también fue clave. Primero dijo que las declaraciones previas le habían sido arrancadas en la Brigada de Investigaciones de la Policía en medio de una “golpiza” y que luego ratificó sus dichos ante un juez de control porque tenía mucho miedo. Pero este martes, cuando escuchó la grabación de esa declaración -igual procedimiento que el testigo anterior- terminó ratificando la versión que había dado.Ramos Castillo, un peón rural, es amigo de Soria. Recordó que una noche estaba en su casa y llego el tío de Soria, Sosa, y ambos salieron a hablar afuera. Cuando Soria ingresó nuevamente a la vivienda, le mencionó que le había ofrecido el “trabajo”, que era “asustar” a una persona a cambio de 15 o 20 mil pesos. “Era pegarle un buen susto y, si quería, robarle. Nunca pensé que era para matarlo”, precisó. “Le dije que no me interesaba y me preguntó si conocía a alguien que pudiera hacerlo. Fuimos a verlo a Chichano para consumir marihuana. Yo no le ofrecí nada, le comentamos nomás”, confirmó.
Después de esa ocasión, en los días previos al crimen, Ramos Castillo acompañó a Soria en el auto, pasaron frente a la rotisería de Ros y levantaron a Sosa a la vuelta. De allí Sosa les indicó el camino, por la ruta 5, hasta la vivienda de la víctima, donde les marcó a ambos la casa de color amarillo. Dijo que luego lo bajaron en Pasteur y Dante Aliguieri. En ese momento “nos ofrecieron 30 mil pesos, pero yo no quise hacer nada. Soria me dijo que no me hiciera problema que ya habían conseguido a alguien”, señaló.
El testigo solo no ratificó un punto de su anterior declaración, cuando dijo que Sosa les había ofrecido el arma para realizar el “trabajo”. “Eso no lo recuerdo”, reafirmó.
“Una venganza”
Finalmente, el tercer testigo que alimentó la hipótesis del crimen por encargo fue otro amigo de Soria, Cristian Ricardo Molina, un cadete. También el tribunal ordenó que escuchara la declaración anterior, ante su retisencia a hablar. También la confirmó a grandes trazos. Expresó que Soria le había contado que Sosa tenía “un malestar” con una persona y le había ofrecido una suma de dinero para “asustarlo” y tomarse “una venganza”. Dijo que él no se intereso más por el tema.Pero la noche del hecho Molina estaba en la casa de Soria. Aseguró que este se fue alrededor de las 21.30 horas y que, más tarde, como no regresaba, le mandó un mensaje (¿“Qué onda?”) al celular, preocupado porque no volvía y él sospechaba que había ido a hacer la tarea que le habían ofrecido.
Molina fue demorado esa noche, a las 24, cuanda la policía fue hasta la casa de Soria, con la evidencia de los mensajes que habían visto en el celular que le habían secuestrado, cuando lo demoraron, a una cuadra y media de la escena del crimen, en actitud sospechosa. Contó que lo tuvieron toda la madrugada demorado, hasta el otro día al mediodía, y en esas condiciones hizo su primera declaración de lo que sabía.
Más testigos
El primero en declarar este martes fue el el subcomisario Julio Walter Vargas, del área de Criminalística de la Policíal. Conto cómo se hicieron las actuaciones posteriores al hecho. Reveló que el primer disparo se hizo desde muy cerca, prácticamente desde dentro del habitáculo de la camioneta de Ros, porque dejó rastros de pólvora dentro de la camioneta y en el antebrazo del empresario. También explicó que el primer disparo fue con una papa puesta en el caño (para hacer el efecto del silenciador) pero que los otros dos tiros no. El arma utilizada, explicó, fue un calibre 38 o similar.Posteriormente declaró la perito genetista Elina Francisco, quien tuvo a su cargo los estudios de ADN de los elementos secuestrados en el auto de Soria. Francisco confirmó que se encontraron rastros genéticos compatibles con los de Sosa y López en el auto Fiat Palio, propiedad de Soria.
También declaró el dueño de la empresa fumigadora donde trabajaba López desde hacía veinte días antes del hecho. Diego Sebastían Ghergo -propietario de desinfectadora Andrada- confirmó que en la empesa López usaba un buzo azul y rojo y una chaquetilla roja para trabajar. Ros, en su declaración, dijo que vio un movimiento de “algo rojo” a su costado antes de recibir el primer disparo.
Por otra parte, el empresario aseguró que López trabajó desde temprano ese día junto a él y que se retiró aproximadamente a las 21 horas (el crimen se produjo a las 22.30). “Al día siguiente nos cruzamos a primera hora, porque yo tenía que viajar. Me sorprendió que había ido limpio, cambiado, afeitado, con buena presencia, como cuando una persona va a salir”, recordó.
El Diario LP
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