Santa Rosa | Juicio a Gallinger: "no tengo dudas de que me quiso matar"
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El empresario vinculado a la venta de alarmas se negó a declarar. Su expareja, Patricia Sclavuno, volvió a incriminarlo. Está acusado de intento de homicidio y amenazas. (Foto: El Diario LP)
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Caso Sclavuno
En junio del año pasado, Patricia Sclavuno salió corriendo aterrada de una sala de audiencias en el Centro Judicial. Apenas divisó a Roberto Gallinger, el hombre que menos de un mes antes había intentado quemarla viva, corrió hacia un pasillo en medio de un ataque de nervios. La tuvieron que contener su hijo, sus abogados, el fiscal y hasta el abogado de la persona que ella había denunciado.
Hoy, en el comienzo del juicio oral y público contra el empresario, Sclavuno pidió que él no estuviera en la sala mientras ella contaba su calvario. Los abogados defensores, Vanesa Ranocchia y Marcos Paz, se opusieron: dijeron que era una cuestión “emocional” pero que “no es culpa de Gallinger. Los jueces -Daniel Sáez Zamora, Carlos Bessi y Gastón Boulenaz- aceptaron el pedido y la mujer pudo declarar.
A Gallinger se lo acusa de tentativa de homicidio doblemente agravado -por el vínculo y por femicidio- y amenazas. Ya tiene antecedentes y condenas por hechos de violencia, incluso contra exparejas. El 22 de mayo del año pasado golpeó y roció con nafta a Sclavuno en la casaquinta que compartían en el barrio Lowo Ché: el primer hecho fue a la madrugada y sobre la tarde-noche lo repitió, cuando intentó prenderla fuego antes que la mujer escapara de milagro. Esta mañana, en la apertura del debate, se negó a declarar.
Néstor Roberto Gallinger tiene 46 años, dos hijos y una enorme cantidad de antecedentes de violencia: golpeó a policías que intentaron demorarlo cuando manejaba ebrio, tompeó a un abogado que intervenía en una disputa legal con la madre de sus hijos e intentó suicidarse haciendo volar su habitación con una garrafa, entre otros hechos. Las varias denuncias por violencia de género son también parte de una personalidad volcánica, inestable y peligrosa.
Sclavuno contó que su relación duró 10 años, con idas y vueltas. Que hubo numerosos maltratos pero “me acostumbré a perdonarlo”. En su declaración ante el tribunal, volvió a incriminarlo.
Dijo que el conflicto definitivo comenzó el día anterior, el jueves 21, porque él había subido a su cuenta de Facebook videos donde se lo veía teniendo sexo con otra mujer y ella se lo reclamó. “Él me dijo que le cerraron el Facebook por eso, que no lo iba a hacer más. No sé si lo perdone, pero lo dejé pasar”, relató.
Como hacía varios días que estaban cargando unos programas en la computadora, relacionados con la empresa de alarmas que manejaban en conjunto, ella le pidió ir a dar una vuelta. El le dijo que no, ella se fue al tragamonedas de la calle Lagos y volvió cerca de la 1 de la mañana. Después de tomar un café, Sclavuno se fue a acostar y allí, en la habitación, vió que en el celular que su esposo había dejado cargando estaban entrando mensajes de mujeres, subidos de tono.
“Me pongo a llorar, me pide perdón, que le de un beso y yo le digo que no. Ahí se pone violento, tira un vaso, me levanta y me tira. Me tira el celular, lo rompe. Me sigue hasta el living. ‘Vos querés que coja siempre con la misma puta’, me decía. Tenía la rodilla muy hinchada y no podía casi caminar. Yo estaba asustada. Volvimos a discutir. Él sale corriendo y agarra del bajomesada un bidón de nafta que teníamos para la máquina de cortar pasto. Me tiró nafta encima y le dije ‘dale, mátame porque yo ya estoy cansada de esto’”.
Después de eso, contó que Gallinger se fue a dormir y ella se quedó en el living. Pensó en irse pero no quiso hacerlo: “él había puesto la alarma y si la desactivaba para salir se iba a dar cuenta”. Dijo que estaba aterrada, que durmió en el sillón hasta el mediodía y su marido hasta cerca de las cinco de la tarde.
Cuando se levantó, le dijo que se fuera a comprar un celular nuevo. Ella le dijo que “gravísimo” lo que habia pasado la noche anterior. Y volvieron a discutir. “Empezó a gritar, le dije que se calme.
Cuando salgo para irme él me empuja, me tira al suelo y me empieza a patear. ‘Hija de puta, sos lo peor que me pasó en la vida’, me decía. Me quedé en el suelo, no podía respirar por los golpes. Ahí viene otra vez con el bidón, yo siento el fuego atrás mío y me levanté en el momento que me rocía. Por suerte el portón de calle tenía la cerradura rota y pude correr hasta la ruta”.
“Yo salí y corrí, me sentí aliviada cuando corrí. Porque estoy segura de que me quería matar”, resumió.
Desde allí llegó hasta una ferretería, donde pidió prestado el teléfono para llamar a su hijo Matías, que la fue a buscar y la llevó a la comisaría de Toay a hacer la denuncia. En ese momento del relato, Sclavuno contó porque no detalló todos los hechos en esa primera denuncia, uno de los cuestionamientos de la defensa: “mi hijo estaba escuchando y no quería que se entere de todo lo que había pasado, porque iba a ir a buscar a Roberto y no sé lo que hubiera pasado”.
Al día siguiente, amplió la denuncia en la Unidad de Género y allí sí contó todo lo que había pasado, mientras al mismo tiempo Gallinger la seguía amenazando a través del celular de su hijo.
Cuatro días más tarde, la misma mañana de la audiencia de formalización, Gallinger usó un teléfono de la Alcaidía de la UR-1 para llamar a la empresa -Texcen Alarmas- y amenazarla otra vez, y también a su hijo y a una empleada. La acusación fiscal en este caso tiene un agravante: el acusado no habría usado el teléfono público del pabellón, sino uno interno al que sólo tienen acceso autoridades del centro de detención.
Sclavuno dijo durante su declaración que Gallinger es bipolar. “Ha estado internado. Una vez cuando estaba conmigo se internó por propia voluntad”, contó. Dijo que ahora ella hace terapia y la atiende un psiquiatra porque no puede dormir, “ni siquiera con medicación”.
“El psiquiatra me dice que estoy en estado de alerta. Además él no cesó con las amenazas, por Facebook me denigra, él no me va a dejar en paz nunca. No puedo salir a ningún lado. El único lugar donde más o menos me siento protegida es en mi casa”, expresó.
“A él había que complacerlo y hacer todo lo que él quería. Una vez quiso comprar un arma, él decía que era para matar a Sandra (su ex) y a su pareja, se lo decía a todo el mundo. La violencia conmigo empezó recién en los últimos dos años. Lo conozco hace diez años, cuando ya estaba separado. Por ahí nos peleábamos y el volvía con Sandra”, contó.
Dijo además que la relación entre ellos se “consolidó” después de su intento de suicidio. “Empezamos a tener una relación más estable. Me hice cargo y empezamos a convivir”, dijo.
La mujer además tuvo que enfrentar un cuestionario de la defensa que muchas veces bordeó los límites del machismo. Ranocchia y Paz llegaron a cuestionar el informe de la Oficina de Atención a la Víctima que recomendaba que Sclavuno no declare en presencia del acusado, poniendo en duda la imparcialidad del tribunal si aceptaba el pedido de retirar a Gallinger de la sala. “El único argumento es emocional, pero eso no es cuestión de Gallinger: es una cuestión de ella. Retirarlo pondría en duda la parcialidad del tribunal”, dijo Paz.
Antes, Ranocchia había respondido a la acusación del fiscal Paulucci asegurando que lo de Sclavuno es “una sobreactuación tendiente a despojar a Gallinger de sus bienes”. Luego Sclavuno le enrrostró que ella estaba al tanto de los hechos que denunciaba: “Viví mucha violencia con él y usted lo sabe, porque usted era la abogada, lo sabe de cada vez que íbamos a su estudio”, le dijo. La abogada no le contestó.
El punto más álgido fue cuando Paz (exministro de Gobierno, Justicia y Seguridad durante la última parte de la gestión de Oscar Mario Jorge como gobernador) le preguntó a Sclavuno si ella “había participado de encuentros sexuales con otras mujeres junto a Gallinger”. Fiscal y querellantes, indignados, le pidieron al tribunal que el abogado se abstenga de avanzar “sobre cuestiones íntimas que no tienen que ver con los hechos que se investigan”, a lo que el presidente del tribunal, Daniel Sáez Zamora, hizo lugar y advirtió al defensor.
En la jornada inicial también declaró Elisabet Mendicoa, una profesional de la Unidad Funcional de Género que atendió a Sclavuno cuando fue a hacer su denuncia. “No fue una entrevista más, había indicadores de pánico, de situaciones asociadas a un trauma reciente. Por eso en el primer informe que hice pedí medidas de alta seguridad”, dijo la profesional. Ratificó que durante la entrevista, la denunciante recibía amenazas de Gallinger a través del celular de su hijo, algo de lo que dejó constancia en su informe.
Las audiencias seguirán hasta el jueves, con la declaración de varios testigos. El tribunal además deberá resolver un pedido que hizo la defensa para hacer la reconstrucción del hecho. El fiscal Máximo Paulucci y la querella se opusieron, asegurando que planteo es “extemporáneo”.
En junio del año pasado, Patricia Sclavuno salió corriendo aterrada de una sala de audiencias en el Centro Judicial. Apenas divisó a Roberto Gallinger, el hombre que menos de un mes antes había intentado quemarla viva, corrió hacia un pasillo en medio de un ataque de nervios. La tuvieron que contener su hijo, sus abogados, el fiscal y hasta el abogado de la persona que ella había denunciado.
Hoy, en el comienzo del juicio oral y público contra el empresario, Sclavuno pidió que él no estuviera en la sala mientras ella contaba su calvario. Los abogados defensores, Vanesa Ranocchia y Marcos Paz, se opusieron: dijeron que era una cuestión “emocional” pero que “no es culpa de Gallinger. Los jueces -Daniel Sáez Zamora, Carlos Bessi y Gastón Boulenaz- aceptaron el pedido y la mujer pudo declarar.
A Gallinger se lo acusa de tentativa de homicidio doblemente agravado -por el vínculo y por femicidio- y amenazas. Ya tiene antecedentes y condenas por hechos de violencia, incluso contra exparejas. El 22 de mayo del año pasado golpeó y roció con nafta a Sclavuno en la casaquinta que compartían en el barrio Lowo Ché: el primer hecho fue a la madrugada y sobre la tarde-noche lo repitió, cuando intentó prenderla fuego antes que la mujer escapara de milagro. Esta mañana, en la apertura del debate, se negó a declarar.
Néstor Roberto Gallinger tiene 46 años, dos hijos y una enorme cantidad de antecedentes de violencia: golpeó a policías que intentaron demorarlo cuando manejaba ebrio, tompeó a un abogado que intervenía en una disputa legal con la madre de sus hijos e intentó suicidarse haciendo volar su habitación con una garrafa, entre otros hechos. Las varias denuncias por violencia de género son también parte de una personalidad volcánica, inestable y peligrosa.
Sclavuno contó que su relación duró 10 años, con idas y vueltas. Que hubo numerosos maltratos pero “me acostumbré a perdonarlo”. En su declaración ante el tribunal, volvió a incriminarlo.
Dijo que el conflicto definitivo comenzó el día anterior, el jueves 21, porque él había subido a su cuenta de Facebook videos donde se lo veía teniendo sexo con otra mujer y ella se lo reclamó. “Él me dijo que le cerraron el Facebook por eso, que no lo iba a hacer más. No sé si lo perdone, pero lo dejé pasar”, relató.
Como hacía varios días que estaban cargando unos programas en la computadora, relacionados con la empresa de alarmas que manejaban en conjunto, ella le pidió ir a dar una vuelta. El le dijo que no, ella se fue al tragamonedas de la calle Lagos y volvió cerca de la 1 de la mañana. Después de tomar un café, Sclavuno se fue a acostar y allí, en la habitación, vió que en el celular que su esposo había dejado cargando estaban entrando mensajes de mujeres, subidos de tono.
“Me pongo a llorar, me pide perdón, que le de un beso y yo le digo que no. Ahí se pone violento, tira un vaso, me levanta y me tira. Me tira el celular, lo rompe. Me sigue hasta el living. ‘Vos querés que coja siempre con la misma puta’, me decía. Tenía la rodilla muy hinchada y no podía casi caminar. Yo estaba asustada. Volvimos a discutir. Él sale corriendo y agarra del bajomesada un bidón de nafta que teníamos para la máquina de cortar pasto. Me tiró nafta encima y le dije ‘dale, mátame porque yo ya estoy cansada de esto’”.
Después de eso, contó que Gallinger se fue a dormir y ella se quedó en el living. Pensó en irse pero no quiso hacerlo: “él había puesto la alarma y si la desactivaba para salir se iba a dar cuenta”. Dijo que estaba aterrada, que durmió en el sillón hasta el mediodía y su marido hasta cerca de las cinco de la tarde.
Cuando se levantó, le dijo que se fuera a comprar un celular nuevo. Ella le dijo que “gravísimo” lo que habia pasado la noche anterior. Y volvieron a discutir. “Empezó a gritar, le dije que se calme.
Cuando salgo para irme él me empuja, me tira al suelo y me empieza a patear. ‘Hija de puta, sos lo peor que me pasó en la vida’, me decía. Me quedé en el suelo, no podía respirar por los golpes. Ahí viene otra vez con el bidón, yo siento el fuego atrás mío y me levanté en el momento que me rocía. Por suerte el portón de calle tenía la cerradura rota y pude correr hasta la ruta”.
“Yo salí y corrí, me sentí aliviada cuando corrí. Porque estoy segura de que me quería matar”, resumió.
Desde allí llegó hasta una ferretería, donde pidió prestado el teléfono para llamar a su hijo Matías, que la fue a buscar y la llevó a la comisaría de Toay a hacer la denuncia. En ese momento del relato, Sclavuno contó porque no detalló todos los hechos en esa primera denuncia, uno de los cuestionamientos de la defensa: “mi hijo estaba escuchando y no quería que se entere de todo lo que había pasado, porque iba a ir a buscar a Roberto y no sé lo que hubiera pasado”.
Al día siguiente, amplió la denuncia en la Unidad de Género y allí sí contó todo lo que había pasado, mientras al mismo tiempo Gallinger la seguía amenazando a través del celular de su hijo.
Cuatro días más tarde, la misma mañana de la audiencia de formalización, Gallinger usó un teléfono de la Alcaidía de la UR-1 para llamar a la empresa -Texcen Alarmas- y amenazarla otra vez, y también a su hijo y a una empleada. La acusación fiscal en este caso tiene un agravante: el acusado no habría usado el teléfono público del pabellón, sino uno interno al que sólo tienen acceso autoridades del centro de detención.
Sclavuno dijo durante su declaración que Gallinger es bipolar. “Ha estado internado. Una vez cuando estaba conmigo se internó por propia voluntad”, contó. Dijo que ahora ella hace terapia y la atiende un psiquiatra porque no puede dormir, “ni siquiera con medicación”.
“El psiquiatra me dice que estoy en estado de alerta. Además él no cesó con las amenazas, por Facebook me denigra, él no me va a dejar en paz nunca. No puedo salir a ningún lado. El único lugar donde más o menos me siento protegida es en mi casa”, expresó.
“A él había que complacerlo y hacer todo lo que él quería. Una vez quiso comprar un arma, él decía que era para matar a Sandra (su ex) y a su pareja, se lo decía a todo el mundo. La violencia conmigo empezó recién en los últimos dos años. Lo conozco hace diez años, cuando ya estaba separado. Por ahí nos peleábamos y el volvía con Sandra”, contó.
Dijo además que la relación entre ellos se “consolidó” después de su intento de suicidio. “Empezamos a tener una relación más estable. Me hice cargo y empezamos a convivir”, dijo.
La mujer además tuvo que enfrentar un cuestionario de la defensa que muchas veces bordeó los límites del machismo. Ranocchia y Paz llegaron a cuestionar el informe de la Oficina de Atención a la Víctima que recomendaba que Sclavuno no declare en presencia del acusado, poniendo en duda la imparcialidad del tribunal si aceptaba el pedido de retirar a Gallinger de la sala. “El único argumento es emocional, pero eso no es cuestión de Gallinger: es una cuestión de ella. Retirarlo pondría en duda la parcialidad del tribunal”, dijo Paz.
Antes, Ranocchia había respondido a la acusación del fiscal Paulucci asegurando que lo de Sclavuno es “una sobreactuación tendiente a despojar a Gallinger de sus bienes”. Luego Sclavuno le enrrostró que ella estaba al tanto de los hechos que denunciaba: “Viví mucha violencia con él y usted lo sabe, porque usted era la abogada, lo sabe de cada vez que íbamos a su estudio”, le dijo. La abogada no le contestó.
El punto más álgido fue cuando Paz (exministro de Gobierno, Justicia y Seguridad durante la última parte de la gestión de Oscar Mario Jorge como gobernador) le preguntó a Sclavuno si ella “había participado de encuentros sexuales con otras mujeres junto a Gallinger”. Fiscal y querellantes, indignados, le pidieron al tribunal que el abogado se abstenga de avanzar “sobre cuestiones íntimas que no tienen que ver con los hechos que se investigan”, a lo que el presidente del tribunal, Daniel Sáez Zamora, hizo lugar y advirtió al defensor.
En la jornada inicial también declaró Elisabet Mendicoa, una profesional de la Unidad Funcional de Género que atendió a Sclavuno cuando fue a hacer su denuncia. “No fue una entrevista más, había indicadores de pánico, de situaciones asociadas a un trauma reciente. Por eso en el primer informe que hice pedí medidas de alta seguridad”, dijo la profesional. Ratificó que durante la entrevista, la denunciante recibía amenazas de Gallinger a través del celular de su hijo, algo de lo que dejó constancia en su informe.
Las audiencias seguirán hasta el jueves, con la declaración de varios testigos. El tribunal además deberá resolver un pedido que hizo la defensa para hacer la reconstrucción del hecho. El fiscal Máximo Paulucci y la querella se opusieron, asegurando que planteo es “extemporáneo”.
El Diario LP
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