En Estados Unidos el asado desafía al barbecue
https://www.lapampadiaxdia.com.ar/2016/05/en-estados-unidos-el-asado-desafia-al.html
En los últimos años surgieron en el país del Norte empresas que venden parrillas argentinas, chimichurri y asado a domicilio. (Foto Ilust.: Infocampo)
No importa cómo trate de traducirse, un asado simplemente no es un barbecue. Así lo entendió Charles Eisendrath, corresponsal en Buenos Aires de la revista Time en los años 70. La reverencia por el estilo argentino y el culto que encierra el asado es lo que enamoró al periodista que, al volver a Michigan, decidió crear una "auténtica parrilla argentina" y empezó a vender entre amigos y referidos.
Más de 30 años después, su hijo Ben -ex ejecutivo de AOL- tomó las riendas del negocio, lo hizo crecer y lo profesionalizó. Hoy, las parrillas Grillworks inspiradas en la Argentina, hechas en los Estados Unidos, como reza la Web, explotan el buen marketing del asado local para vender sus productos en acero inoxidable. Son todas hechas a mano y en los más altos estándares de calidad para amateurs y profesionales.
"Vimos un crecimiento explosivo de la cocción con leña y, particularmente, la influencia de la cocina sudamericana en los Estados Unidos. El mercado gastronómico redescubrió el viejo arte: cocinar sobre el fuego vivo. La revista Bon Appétit incluso lo declaró como la técnica del año en 2015", asegura a LA NACION Ben Eisendrath, director de la compañía. Sus clientes son estadounidenses muy viajados, entusiastas culinarios, residentes sudamericanos y, cada vez más, gente de otras partes del mundo. "Toda civilización tiene sus raíces en el fuego, después de todo", remata.
Grillworks vende unas 300 parrillas: desde las hogareñas (entre US$ 3000 a US$ 13.000) hasta las profesionales para restaurantes, llamadas "Infierno", que pueden alcanzar los 3,6 metros de largo y 2 metros de alto, y van de los US$ 25.000 a los US$ 80.000. Se publicitan como "auténticas parrillas argentinas", sólo que se fabrican en Michigan.
La oportunidad también la vieron algunos argentinos que, al querer tener su parrilla para rememorar sus raíces, notaron que era difícil conseguir una o importarla. Y se lanzaron al negocio en un momento oportuno: en los últimos años, la parrillada argentina ganó fans alrededor del mundo, en parte gracias al exitoso libro traducido al inglés de Francis Mallmann, Siete fuegos, mi cocina argentina.
Así nació Gaucho Grills, fundada por Eduardo Pentz, ingeniero mecánico de Buenos Aires que emigró en 1968, cuando tenía 21 años, a los Estados Unidos. En 2011 empezó a hacer parrillas en su propio taller en Pensilvania. "Me di cuenta, a través de personas que están en la industria de restaurantes, de que hay una tendencia a cocinar otra vez con leña y carbón, en vez de gas natural. Yo cada uno o dos años voy a la Argentina y siempre me gustaron las parrillas. Hacemos la que se puede subir y bajar, con forma de V", explica en un español un tanto olvidado.
Gaucho Grills hace parrillas movibles y los llamados inserts a medida, para meter adentro de una chimenea ya existente o construir la estructura de ladrillos. "Es una compañía chica, pero el negocio crece cada año. Salen entre US$ 3000 y US$ 5000. Pasamos de vender unas 15 parrillas al año a entre 30 y 40 proyectadas para 2016, con envíos a Canadá, North Carolina y Texas, entre otros", detalla. Grilling with gusto, the argentinean way (asando con gusto, el estilo argentino) es la frase que define a la firma en la Web.
Además de parrillas, Pentz lanzó el chimichurri. Con la receta de su madre cerró un acuerdo con un co-packer de Nueva York, que fabrica su receta bajo confidencialidad, lo envasa y se lo envía bajo la marca Che Amigo. Difundida como "salsa auténtica argentina", el frasco de US$ 9 se puede comprar online. "Lo están conociendo más y más. Acá en Pensilvania se vende en restaurantes", dice, y cuenta que el año pasado, cuando el Papa visitó Filadelfia, la venta de chimichurri se puso picante: muchos restaurantes encontraron la firma a través de Internet y empezaron a comprar, ya que buscaban ofrecer productos típicos de la Argentina. También le pedían dulce de leche. Che Amigo comercializa además el Gaucho Spread, una mezcla de chimichurri con otros ingredientes. "Ahora se hacen muchos barbecue tournaments (torneos de asado), en los que, además de llevar parrillas, vendemos mucho chimichurri. Lo bueno es que es una venta que se repite, mientras que las parrillas se venden una sola vez por cliente", explica.
Gaucho García con su lema The art of asado (el arte del asado) es otro de los jugadores más nuevos en el mercado. Empezó la venta de parrillas hace un año, desde California. Gabriel García, un americano casado con Natalia -hija de argentinos-, estuvo en Buenos Aires para visitar a su familia política hace seis años. Se enamoró del asado y se las ingenió para tener su parrilla en California. Pero fue cuando abrió un sitio Web para postear recetas y escribir sobre su hobby, cocinar a la parrilla, que se le encendió la llama. El blog fue ganando seguidores, pero el problema era que no podían cocinar de esa forma. Desde cualquier parte del planeta, incluso Australia, los lectores le preguntaban "¿dónde consigo una parrilla?"
"Después de años de recibir esos tipos de mails hicimos la empresa Gaucho García y encontramos un socio que puede construir con hierro", explica Natalia García, cofundadora. La respuesta fue una sorpresa incluso para ella, porque a los norteamericanos normalmente le gusta su carne rápida, como la hamburguesa o un bife, que toma 15 minutos. El rito del asado empezó a enamorar. La empresa ya arrancó las ventas y en la Web ofrece dos modelos (de US$ 2400 y US$ 3900), además del brasero (US$ 800). "Pensamos exportarlas a Australia e Inglaterra, porque hay demanda; el inconveniente es que es muy pesada y el envío, costoso. Hay un movimiento en el mundo de hacer asado así, creo que hay una oportunidad. Además acá en California la cultura del vino es enorme y se siente con la comida: los sabores de la leña son totalmente diferentes a los del gas y eso se percibe", argumenta.
¿Qué pasa con aquellos que quieren vivir el ritual del asado y sentarse a comer un buen lomo, pero no esclavizarse al lado de la parrilla? Esa veta del negocio la vio Oscar Mondino, radicado en Miami desde 1982, cuando hace seis años creó Parrilladas Argentina To Go. Su servicio de parrillada a domicilio, donde lleva su propio equipamiento y cortes argentinos, se contrata para fiestas y eventos, y alimentó hasta 320 bocas en una sola reunión. "Hoy tenemos tres equipos de trabajo en forma simultánea y a veces me veo obligado a rechazar trabajo", cuenta este argentino nacido en la provincia de Buenos Aires que ofició de asador en fiestas para el consulado de Francia, colonias rusas, los canales Telemundo o ESPN, entre otros.
"Ser argentino en este rubro te abre puertas, porque nos consideran los maestros de la carne. Nuestro corte es único. El cubano, venezolano, colombiano, peruano, chileno o ecuatoriano se vuelve loco cuando ve la carne sobre una parrilla. Los rusos ni hablar", asegura Mondino.
Podrá ser el corte de la carne, el sabor ahumado o, simplemente, el rito alrededor de la parrilla. Como sea, el asado desafía al barbecue.
No importa cómo trate de traducirse, un asado simplemente no es un barbecue. Así lo entendió Charles Eisendrath, corresponsal en Buenos Aires de la revista Time en los años 70. La reverencia por el estilo argentino y el culto que encierra el asado es lo que enamoró al periodista que, al volver a Michigan, decidió crear una "auténtica parrilla argentina" y empezó a vender entre amigos y referidos.
Más de 30 años después, su hijo Ben -ex ejecutivo de AOL- tomó las riendas del negocio, lo hizo crecer y lo profesionalizó. Hoy, las parrillas Grillworks inspiradas en la Argentina, hechas en los Estados Unidos, como reza la Web, explotan el buen marketing del asado local para vender sus productos en acero inoxidable. Son todas hechas a mano y en los más altos estándares de calidad para amateurs y profesionales.
"Vimos un crecimiento explosivo de la cocción con leña y, particularmente, la influencia de la cocina sudamericana en los Estados Unidos. El mercado gastronómico redescubrió el viejo arte: cocinar sobre el fuego vivo. La revista Bon Appétit incluso lo declaró como la técnica del año en 2015", asegura a LA NACION Ben Eisendrath, director de la compañía. Sus clientes son estadounidenses muy viajados, entusiastas culinarios, residentes sudamericanos y, cada vez más, gente de otras partes del mundo. "Toda civilización tiene sus raíces en el fuego, después de todo", remata.
Grillworks vende unas 300 parrillas: desde las hogareñas (entre US$ 3000 a US$ 13.000) hasta las profesionales para restaurantes, llamadas "Infierno", que pueden alcanzar los 3,6 metros de largo y 2 metros de alto, y van de los US$ 25.000 a los US$ 80.000. Se publicitan como "auténticas parrillas argentinas", sólo que se fabrican en Michigan.
La oportunidad también la vieron algunos argentinos que, al querer tener su parrilla para rememorar sus raíces, notaron que era difícil conseguir una o importarla. Y se lanzaron al negocio en un momento oportuno: en los últimos años, la parrillada argentina ganó fans alrededor del mundo, en parte gracias al exitoso libro traducido al inglés de Francis Mallmann, Siete fuegos, mi cocina argentina.
Así nació Gaucho Grills, fundada por Eduardo Pentz, ingeniero mecánico de Buenos Aires que emigró en 1968, cuando tenía 21 años, a los Estados Unidos. En 2011 empezó a hacer parrillas en su propio taller en Pensilvania. "Me di cuenta, a través de personas que están en la industria de restaurantes, de que hay una tendencia a cocinar otra vez con leña y carbón, en vez de gas natural. Yo cada uno o dos años voy a la Argentina y siempre me gustaron las parrillas. Hacemos la que se puede subir y bajar, con forma de V", explica en un español un tanto olvidado.
Gaucho Grills hace parrillas movibles y los llamados inserts a medida, para meter adentro de una chimenea ya existente o construir la estructura de ladrillos. "Es una compañía chica, pero el negocio crece cada año. Salen entre US$ 3000 y US$ 5000. Pasamos de vender unas 15 parrillas al año a entre 30 y 40 proyectadas para 2016, con envíos a Canadá, North Carolina y Texas, entre otros", detalla. Grilling with gusto, the argentinean way (asando con gusto, el estilo argentino) es la frase que define a la firma en la Web.
Además de parrillas, Pentz lanzó el chimichurri. Con la receta de su madre cerró un acuerdo con un co-packer de Nueva York, que fabrica su receta bajo confidencialidad, lo envasa y se lo envía bajo la marca Che Amigo. Difundida como "salsa auténtica argentina", el frasco de US$ 9 se puede comprar online. "Lo están conociendo más y más. Acá en Pensilvania se vende en restaurantes", dice, y cuenta que el año pasado, cuando el Papa visitó Filadelfia, la venta de chimichurri se puso picante: muchos restaurantes encontraron la firma a través de Internet y empezaron a comprar, ya que buscaban ofrecer productos típicos de la Argentina. También le pedían dulce de leche. Che Amigo comercializa además el Gaucho Spread, una mezcla de chimichurri con otros ingredientes. "Ahora se hacen muchos barbecue tournaments (torneos de asado), en los que, además de llevar parrillas, vendemos mucho chimichurri. Lo bueno es que es una venta que se repite, mientras que las parrillas se venden una sola vez por cliente", explica.
Gaucho García con su lema The art of asado (el arte del asado) es otro de los jugadores más nuevos en el mercado. Empezó la venta de parrillas hace un año, desde California. Gabriel García, un americano casado con Natalia -hija de argentinos-, estuvo en Buenos Aires para visitar a su familia política hace seis años. Se enamoró del asado y se las ingenió para tener su parrilla en California. Pero fue cuando abrió un sitio Web para postear recetas y escribir sobre su hobby, cocinar a la parrilla, que se le encendió la llama. El blog fue ganando seguidores, pero el problema era que no podían cocinar de esa forma. Desde cualquier parte del planeta, incluso Australia, los lectores le preguntaban "¿dónde consigo una parrilla?"
"Después de años de recibir esos tipos de mails hicimos la empresa Gaucho García y encontramos un socio que puede construir con hierro", explica Natalia García, cofundadora. La respuesta fue una sorpresa incluso para ella, porque a los norteamericanos normalmente le gusta su carne rápida, como la hamburguesa o un bife, que toma 15 minutos. El rito del asado empezó a enamorar. La empresa ya arrancó las ventas y en la Web ofrece dos modelos (de US$ 2400 y US$ 3900), además del brasero (US$ 800). "Pensamos exportarlas a Australia e Inglaterra, porque hay demanda; el inconveniente es que es muy pesada y el envío, costoso. Hay un movimiento en el mundo de hacer asado así, creo que hay una oportunidad. Además acá en California la cultura del vino es enorme y se siente con la comida: los sabores de la leña son totalmente diferentes a los del gas y eso se percibe", argumenta.
¿Qué pasa con aquellos que quieren vivir el ritual del asado y sentarse a comer un buen lomo, pero no esclavizarse al lado de la parrilla? Esa veta del negocio la vio Oscar Mondino, radicado en Miami desde 1982, cuando hace seis años creó Parrilladas Argentina To Go. Su servicio de parrillada a domicilio, donde lleva su propio equipamiento y cortes argentinos, se contrata para fiestas y eventos, y alimentó hasta 320 bocas en una sola reunión. "Hoy tenemos tres equipos de trabajo en forma simultánea y a veces me veo obligado a rechazar trabajo", cuenta este argentino nacido en la provincia de Buenos Aires que ofició de asador en fiestas para el consulado de Francia, colonias rusas, los canales Telemundo o ESPN, entre otros.
"Ser argentino en este rubro te abre puertas, porque nos consideran los maestros de la carne. Nuestro corte es único. El cubano, venezolano, colombiano, peruano, chileno o ecuatoriano se vuelve loco cuando ve la carne sobre una parrilla. Los rusos ni hablar", asegura Mondino.
Podrá ser el corte de la carne, el sabor ahumado o, simplemente, el rito alrededor de la parrilla. Como sea, el asado desafía al barbecue.
La Nación | Infocampo
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