#EvangeliodelDía | Dame de beber: Jesús con la samaritana, un encuentro misericordioso
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= Imagen: WEB = |
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, tengo sed. Estoy cansado de esta absurda rutina que agobia mi tiempo. La búsqueda frenética de felicidad fuera de Ti, ha desgastado mis años. Ayúdame, dame tu luz para que esta oración me ayude a reconocer que sólo en tu corazón descansará mi alma.
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Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 4, 5-42
En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria, llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José. Ahí estaba el pozo de Jacob. Jesús, que venía cansado del camino, se sentó sin más en el brocal del pozo. Era cerca del mediodía.
Entonces llegó una mujer de Samaria a sacar agua y Jesús le dijo: “Dame de beber” (Sus discípulos habían ido al pueblo a comprar comida). La samaritana le contestó: “¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?”. (Porque los judíos no tratan a los samaritanos). Jesús le dijo: “Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, tú le pedirías a él, y él te daría agua viva”.
La mujer le respondió: “Señor, ni siquiera tienes con qué sacar agua y el pozo es profundo, ¿cómo vas a darme agua viva? ¿Acaso eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del que bebieron él, sus hijos y sus ganados?”. Jesús le contestó: “El que bebe de esta agua vuelve a tener sed. Pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed; el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un manantial capaz de dar la vida eterna”.
La mujer le dijo: “Señor, dame de esa agua para que no vuelva a tener sed ni tenga que venir hasta aquí a sacarla”. Él le dijo: “Ve a llamar a tu marido y vuelve”. La mujer le contestó: “No tengo marido”. Jesús le dijo: “Tienes razón en decir “No tengo marido”. Has tenido cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad”.
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La mujer le dijo: “Señor, ya veo que eres profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte y ustedes dicen que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén”. Jesús le dijo: “Créeme, mujer, que se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adorarán al Padre. Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos. Porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, y ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así es como el Padre quiere que se le dé culto. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad».
La mujer le dijo: “Ya sé que va a venir el Mesías (es decir, Cristo). Cuando venga, él nos dará razón de todo”. Jesús le dijo: “Soy yo, el que habla contigo”.
En esto llegaron los discípulos y se sorprendieron de que estuviera conversando con una mujer; sin embargo, ninguno le dijo: “¿Qué le preguntas o de qué hablas con ella?”. Entonces la mujer dejó su cántaro, se fue al pueblo y comenzó a decir a la gente: “Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será éste el mesías?”. Salieron del pueblo y se pusieron en camino hacia donde él estaba.
Mientras tanto, sus discípulos le insistían: “Maestro, come”. Él les dijo: “Yo tengo por comida un alimento que ustedes no conocen”. Los discípulos comentaban entre sí: “¿Le habrá traído alguien de comer?”. Jesús les dijo: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. ¿Acaso no dicen ustedes que todavía faltan cuatro meses para la siega? Pues bien, yo les digo: Levanten los ojos y contemplen los campos, que ya están dorados para la siega. Ya el segador recibe su jornal y almacena frutos para la vida eterna. De este modo se alegran por igual el sembrador y el segador. Aquí se cumple el dicho: “Uno es el que siembra y otro el que cosecha”. Yo los envié a cosechar lo que no habían trabajado. Otros trabajaron y ustedes recogieron su fruto”.
Muchos samaritanos de aquel poblado creyeron en Jesús por el testimonio de la mujer: “Me dijo todo lo que he hecho”. Cuando los samaritanos llegaron a donde él estaba, le rogaban que se quedara con ellos, y se quedó allí dos días. Muchos más creyeron en él al oír su palabra. Y decían a la mujer: “Ya no creemos por lo que tú nos has contado, pues nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es, de veras, el salvador del mundo”.
Palabra del Señor.
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Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Por amor quieres necesitar de nosotros, por amor nos llamas y nos buscas sin descanso. Por amor nos pides de beber cuando en realidad somos nosotros los sedientos. Somos nosotros los que necesitamos llenarnos del agua viva que eres TÚ.
Cuántas veces sentimos un vacío interior; parece que nuestra vida no tiene algún propósito concreto. Experimentamos un vacío existencial que brota de esa sed de sentido, de felicidad de plenitud que grita continuamente nuestro corazón. Pero el problema comienza cuando tratamos de saciar esa sed con otras cosas. Es cuando la sed, en lugar de saciarse, se vuelve más fuerte; cuando la búsqueda misma acaba con nuestras fuerzas y terminamos irradiando toda esa frustración hacia nuestros seres queridos.
Entonces sí, la culpa cobra nuevas fuerzas y los sentimientos de vacío viene acompañados con la tristeza y melancolía. Pero qué dramático suena todo esto. Parece una descripción pesimista de la vida. Pareciese la descripción de alguien que está en depresión. Pero no, es simplemente el diálogo de un corazón que habiendo sido creado para amar, expresa su frustración e infelicidad al ser silenciado con placebos que sólo encrudecen su sed. Es un corazón que, tras las caretas de la moda, el lujo y el bienestar, se desangra lentamente por no encontrar su plenitud en las cosas superficiales de la vida.
Hoy es el día, éste es el momento que tanto anhelaba mi corazón, hoy he venido a saciar la sed de mi alma en Ti. Tú eres el agua viva, Tú eres la felicidad y plenitud de mi corazón; inflama mi corazón de amor por Ti, Señor, para que no me separe jamás de Ti. Sea cual sea la situación de pecado en la que me encuentre. Soy yo esa alma samaritana que buscar saciar su sed.
Poco a poco, la mujer samaritana entiende que quien le ha pedido de beber, puede saciarla. Jesús se le presenta como la fuente de la que brota el agua viva que apaga para siempre su sed. La existencia humana revela aspiraciones ilimitadas: la búsqueda de la verdad, la sed de amor, de justicia y libertad. Son deseos satisfechos sólo en parte, porque desde lo más profundo de su ser el hombre se mueve hacia un «más», un absoluto capaz de satisfacer su sed de manera definitiva.
(Homilía de S.S. Francisco, 25 de enero de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
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Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Haré una visita a Jesús en la eucaristía poniéndole todos mis proyectos y sueños en sus manos, reconociéndolo como el Señor de mi vida, el que sólo puede colmar mi corazón.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Por: H. Hiram Galán LC | Fuente: www.missionkits.org