#EvangeliodelDía | La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos
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En aquel tiempo, Jesús recorría todos los pueblos y aldeas, enseñando en las sinagogas de cada lugar. Anunciaba la buena noticia del reino, y curaba toda clase de enfermedades y dolencias. Al ver a la gente, sintió compasión de ellos, porque estaban cansados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Dijo entonces a sus discípulos: - Ciertamente la cosecha es mucha, pero los trabajadores son pocos. Por eso, pidan ustedes al Dueño de la cosecha que mande trabajadores a recogerla.
Jesús llamó a sus doce discípulos, y les dio autoridad para expulsar a los espíritus impuros y para curar toda clase de enfermedades y dolencias. Jesús envió a estos doce con las siguientes instrucciones: “Vayan más bien a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Vayan y anuncien que el reino de los cielos se ha acercado. Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, limpien de su enfermedad a los leprosos y expulsen a los demonios. Ustedes recibieron gratis este poder; no cobren tampoco por emplearlo.”
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Reflexión: Mt 9,35—10,1.6-8
Hay mucho, muchísimo por hacer…No hay tiempo que perder. No podemos abandonarnos al “ocio elegante”, a la diversión, al placer mientras haya sufrimiento, hambre, injusticia y dolor en el mundo. ¡No podemos pasar indiferentes, como si nada de esto tuviera que ver con nosotros!La desesperanza, el “estrés”, la angustia de nuestros hermanos clama; así que no podemos contentarnos con atender solo aquello que nos concierne directamente. ¡No podemos ser egoístas! ¡No basta que tu y los tuyos estén bien! ¡No basta que tu tengas asegurado tu futuro, tus comidas, tu vestido, tus viajes, tus autos, tus vacaciones, tus pasatiempos! ¡No! ¡Eso no basta!
¿Por qué no miras un poco a tu alrededor? ¿No hay acaso algo que podrías dejar de tener, algo que podrías sacrificar para aliviar el sufrimiento, la pena, el dolor o la desesperanza de este, de ese o de aquél? No, no se trata de dar de lo que nos sobra o de organizar, por ejemplo, el descuento automático de una suma, que a manera de impuesto damos periódicamente a una organización. No es que esto sea malo…Por el contrario, ¡es bueno! Pero no es suficiente…Peor es nada, dirá alguien y otra vez estaremos de acuerdo…Sin embargo, eso no es lo que pide el Señor, que espera siempre LO MEJOR de nosotros. ¡Tenemos que ir siempre más allá! No se trata de hacer lo que todos hacen, porque todos lo hacen y como todos lo hacen…Se trata de dar nuestro mayor esfuerzo. La excelencia y el bien estarán en el esfuerzo extraordinario, es decir en aquello que hagamos por encima de lo que hacen todos, de lo que se espera, de lo que es común.
No podemos ni debemos contentarnos con la mediocridad, con los paños tibios, con el menor esfuerzo. Como la viuda pobre, debemos estar dispuestos a dar aun de aquello que necesitamos para vivir. ¡Ese es el mensaje!
El mundo está urgido; no puede esperar a mañana, a que tengas ganas, a que descanses, a que te disipes. Es preciso actuar ahora, procurando aquél esfuerzo extraordinarios que tú sabes, eres capaz de dar. No cejes en el empeño, no aflojes…empuja y contagia tu entusiasmo. Vive hoy como si fuera el último día de tu vida y esfuérzate en todo como si solo dependiera de ti, aunque bien sabes que el Señor, fiel a su promesa, sabrá ayudarte, consolarte y aliviarte, multiuplicando con creces tus esfuerzos, si ellos están encaminados a la Construcción del Reino, a hacer la Voluntad del Padre.
¡Claro, tu actividad y esfuerzo han de tener un norte! Este, en última instancia, ha de ser el amor. Mientras allí dirijas tus esfuerzos, podrás repetir con San Agustín: ama y haz lo que quieras. Recordemos que “la mies es mucha y los obreros pocos”.
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