Evangelio del Día | Levántate, toma tu camilla y camina

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Adviento. Brillar aunque sea una lucecita en medio de tantos fuegos artificiales, pues recibe su fuerza y su esplendor de Cristo.


Lectura del santo Evangelio según san Juan 5, 33-36

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: "Ustedes enviaron mensajeros a Juan el Bautista y él dio testimonio de la verdad. No es que yo quiera apoyarme en el testimonio de un hombre. Si digo esto, es para que ustedes se salven. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y ustedes quisieron alegrarse un instante con su luz. Pero yo tengo un testimonio mejor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido realizar y que son las que yo hago, dan testimonio de mí y me acreditan como enviado del Padre".

Oración introductoria

Señor, el día de tu llegada está muy cercano y Tú quieres que prepare mi corazón para recibirte. Ilumina, Señor, este corazón que te quiere recibir. Enséñame a ser una lámpara como Juan el Bautista, para poder iluminar a los demás hombres que marchan con miedo en las tinieblas del mundo. Los hombres buscan la Verdadera Luz, que eres Tú mismo, y Tú me llamas a ser una lámpara que lleva un poco de tu Luz. No permitas que el miedo a ser coherente o el temor a ser santo, extingan la luz que me has confiado y que estoy llamado a transmitir. Ilumina las tinieblas de mi corazón para luego poder iluminar las tinieblas de los demás.

Petición

Señor Jesús, haz que pueda experimentar tu amor por mí, para que luego pueda dar testimonio de Ti a los hombres, mis hermanos. Haz de mí un fiel testigo tuyo.

Meditación del Papa

"Aunque sea una lucecita en medio de tantos fuegos artificiales"
De este modo, queridos hermanos y hermanas, toda vuestra existencia debe ser, como la de san Juan Bautista, un gran reclamo vivo, que lleve a Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado. Jesús afirmó que Juan era "una lámpara que arde y alumbra" (Jn 5, 35). También vosotros debéis ser lámparas como él. Haced que brille vuestra luz en nuestra sociedad, en la política, en el mundo de la economía, en el mundo de la cultura y de la investigación. Aunque sea una lucecita en medio de tantos fuegos artificiales, recibe su fuerza y su esplendor de la gran Estrella de la mañana, Cristo resucitado, cuya luz brilla -quiere brillar a través de nosotros- y no tendrá nunca ocaso. (Benedicto XVI, Sábado 8 de septiembre de 2007)

Reflexión

En el Evangelio de hoy, Cristo nos lanza un reto: el de ser lámparas como Juan el Bautista. Lámparas que arden y brillan. ¿Cómo lograrlo? Para prender la lámpara se necesita ante todo el fuego que la va a prender. Este fuego no lo podemos hacer nosotros, es el fuego que el Espíritu Santo nos da, como el que dio a los apóstoles el día de Pentecostés. Mientras la lámpara arde, el aceite se va consumiendo, y este aceite es nuestra oración. De ella depende cuánto podrá durar el fuego encendido. Si no somos capaces de entregarnos, de dejarnos consumir por el fuego, éste se extinguirá.

Cristo nos dice además que no quería apoyarse en el testimonio de Juan, esto es comprensible, pues Juan alumbraba para invitar a la gente a la conversión, para estar listos a la hora de la llegada del Señor. El Papa nos dice que brillemos, aunque sea una chispita entre tantos fuegos artificiales, pues las lámparas de algunas personas son sólo eso, fuegos artificiales, que nos deslumbran, pero que después de un instante desparecen. En ellos, no está la Verdadera Luz.

Ahora bien, el testimonio que Cristo quiere que demos, es el de su Amor por nosotros. Ésta es la gran diferencia entre nuestro testimonio y el de Juan. Tenemos que decir al mundo que Dios nos ama y nosotros mismos debemos mostrarlo con nuestras obras. Nuestro amor por Dios debe convertirse en obras y no sólo en palabras. Hacer obras concretas de amor por Dios (actos de caridad, cumplimiento de los mandamientos…) nos exigirá algo de renuncia de nosotros mismos; pero es esta renuncia la que consume nuestro aceite y mantiene nuestra lámpara encendida. Es esta Luz del amor de Dios, la que iluminará a los hombres que viven en las tinieblas del pecado.

Propósito

Seré luz para los hombres haciendo pequeños servicios desinteresados.

Diálogo con Cristo

Señor, mañana empezaremos la novena previa de tu nacimiento, y, como sabes, lo que quiero es recibirte en mi corazón. Te pido que me des un poco de tu fuego para alumbrar mi lámpara, y sobre todo valentía, para no negarte ni una sola gota de aceite; valentía, para no esconder mi lámpara de los demás hombres. Aparta de mí las tinieblas del pecado y del miedo, y ayúdame a mantener mi lámpara siempre encendida para alumbrar la vida de mis hermanos, los hombres.

"Ustedes son la luz del mundo. No se pude ocultar una ciudad construida en lo alto de un monte; y cuando se enciende una vela, no se esconde debajo de una olla, sino que se pone sobre un candelero, para que alumbre a todos los de la casa" (Mt 5, 14-15)

 
Por: Roque Eduardo Peña, L.C. | Fuente: Catholic.net

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