#EvangeliodelDía | Se cumplirá hasta la más pequeña letra de la ley
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( Imagen: palabradediosdiaria.blogspot.com ) |
Mateo 5, 17-19, Cuaresma. Jesús no quiere borrar los mandamientos que el Señor ha dado, quiere llevarlos a su plenitud.
Del santo Evangelio según san Mateo 5, 17-19
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: No crean que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Yo les aseguro que antes se acabarán el cielo y la tierra, que deje de cumplirse hasta la más pequeña letra o coma de la ley. Por tanto, el que quebrante uno de estos preceptos menores y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los cumpla y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos.
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Oración introductoria
Señor mío, hoy sé que necesito acercarme a ti. Hoy comprendo que Tú me pides amor, que todo lo has hecho por amor y que tu verdadera ley es amar sin medida. Me has mostrado tu mano a lo largo de mi vida y me has conducido al hermoso camino de tu Palabra. Gracias de todo corazón por amarme a pesar de mis errores incluso en las ocasiones en que pensando que hacía algo bien me alejé de tus brazos.
Petición
Señor mío, guíame en el camino de tu amor. Sé un Maestro que me muestre la manera de amar de verdad. Permíteme acercarme con humildad a tu Evangelio, para encontrar en él la verdadera Ley de tu amor. Enséñame a amar como tú amas, hasta dar la vida por tus amigos.
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Meditación del Papa Francisco
El evangelio de este domingo es parte del llamado “discurso de la montaña”, la primera gran predicación de Jesús. Hoy el tema es la actitud de Jesús ante las leyes judías. Él afirma: “No crean que yo haya venido para abolir la ley o los profetas; no vine a abolirla pero a darle pleno cumplimiento”.
Jesús por lo tanto no quiere borrar los mandamientos que el Señor ha dado por medio de Moisés, sino que quiere llevarlos a su plenitud. Y en seguida después añade que este “cumplimiento” de la Ley requiere una justicia superior, una observancia más auténtica. Dice, de hecho a sus discípulos: “Si vuestra justicia no superará la de los escribas y los fariseos, no entrareis en el reino de los cielos”.
Pero, ¿qué significa este “pleno cumplimiento” de la Ley? ¿Y en qué consiste esta justicia superior? Jesús mismo nos responde con algunos ejemplos. Jesús era práctico y hablaba con ejemplos para hacerse entender.
Compara la Ley antigua y lo que Él nos dice. Inicia desde el quinto mandamiento del decálogo: “Han entendido lo que le ha sido dicho a los antiguos: “No matarás”, … Pero yo les digo: cualquiera que se encoleriza con su hermano deberá ser sujetado a juicio”. ¡Con esto Jesús nos recuerda que también las palabras pueden asesinar!» (S.S. Francisco, Ángelus, 16 de febrero del 2014).
Jesús por lo tanto no quiere borrar los mandamientos que el Señor ha dado por medio de Moisés, sino que quiere llevarlos a su plenitud. Y en seguida después añade que este “cumplimiento” de la Ley requiere una justicia superior, una observancia más auténtica. Dice, de hecho a sus discípulos: “Si vuestra justicia no superará la de los escribas y los fariseos, no entrareis en el reino de los cielos”.
Pero, ¿qué significa este “pleno cumplimiento” de la Ley? ¿Y en qué consiste esta justicia superior? Jesús mismo nos responde con algunos ejemplos. Jesús era práctico y hablaba con ejemplos para hacerse entender.
Compara la Ley antigua y lo que Él nos dice. Inicia desde el quinto mandamiento del decálogo: “Han entendido lo que le ha sido dicho a los antiguos: “No matarás”, … Pero yo les digo: cualquiera que se encoleriza con su hermano deberá ser sujetado a juicio”. ¡Con esto Jesús nos recuerda que también las palabras pueden asesinar!» (S.S. Francisco, Ángelus, 16 de febrero del 2014).
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Reflexión
Jesús mostró a sus discípulos el camino del amor hasta el extremo, que es dar la vida por quienes se ama. Después de esto les dejó un mandamiento nuevo: que se amaran como él los había amado. Su pedagogía estaba llena de detalles de amor: acompañarlos con su palabra y calmar sus miedos (como en la tempestad calmada), acercarse a ellos a pesar de que la gente los despreciara (como en el caso de Mateo), o incluso lavarles los pies como un esclavo en la última cena, un esclavo que obra por amor.
Éste es el cumplimiento de la ley, obrar por amor y amor verdadero, amor humilde, amor que está dispuesto a entregarse por completo. La ley llegó a su perfección en Cristo, por que en Él cualquier promesa de amor de Dios llegó hasta el límite de hacerse hombre, para enseñar al hombre cómo debe de amar. Con Él, nosotros también podemos amarnos los unos a los otros.
Éste es el cumplimiento de la ley, obrar por amor y amor verdadero, amor humilde, amor que está dispuesto a entregarse por completo. La ley llegó a su perfección en Cristo, por que en Él cualquier promesa de amor de Dios llegó hasta el límite de hacerse hombre, para enseñar al hombre cómo debe de amar. Con Él, nosotros también podemos amarnos los unos a los otros.
Por eso, quienes decimos seguir a Jesús, los cristianos, debemos obrar siempre, a cada paso y en cada decisión por amor a Dios Padre y por amor a nuestros hermanos los hombres.
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Propósito
El día de hoy y el resto de la cuaresma buscaré tener detalles -aunque sean sencillos- de amor con las personas que encuentre.
Diálogo con Cristo
Gracias Señor por amarme de verdad. Por alimentarme no sólo con tu Palabra, sino también con tu Cuerpo y con tu Sangre. Aumenta mi amor para corresponderte, de modo que se cumpla en mí aquello de San Agustín «dilige et quod vis fac», «ama y haz lo que quieras». Por que cuando amo de verdad y obro por amor, no tengo forma de equivocarme. Purifica mi amor, porque, si es verdadero, me guiará hacia lo bueno, hacia la verdad, hacia el bien, y por tanto, ese amor, además de hacerme verdaderamente libres, me acercará a ti.
«Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor; si perdonas, perdonarás con amor. Si tienes el amor arraigado en ti, ninguna otra cosa sino amor serán tus frutos» (San Agustín)
Por: Salvador Arellano, L.C. | Fuente: Catholic.net
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