Problema neurológico | Melissa Gilbert reveló que sufre la misma enfermedad que Natalia Oreiro
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Una de las protagonistas más queridas de "La familia Ingalls" dijo que sus padecimientos eran tales que más de una vez quería salir huyendo del set.
No hace mucho Natalia Oreiro reveló que padece una rara condición neurológica que no mucha gente conoce y que por esa razón, muchos no entienden.
Ahora es Melissa Gilbert , la eterna niña de "La familia Ingalls" la que hizo pública la misma enfermedad. Ambas actrices sufren de misofonía, una extraña enfermedad neurológica en el que algunos ruidos pueden provocar altos niveles de ansiedad, disgusto, ira extrema y miedo.
Melissa tiene en la actualidad 60 años, pero desde niña padece de misofonía.Por esa razón, ruidos corrientes como el que se produce al masticar, un golpeteo repetitivo, el chasquido de las uñas o incluso los aplausos, la sumen en un estado de desequilibrio que se parece bastante al de la ira.
“Cuando filmaba escenas para La familia Ingalls que transcurrían en el aula de la escuela, si alguno de los niños mascaba chicle o comía o golpeaba la mesa con las uñas, yo quería salir corriendo”, le contó Gilbert a People.
Y agregó: “Me ponía colorada como un tomate, se me llenaban los ojos de lágrimas y me quedaba sentada, sintiéndome absolutamente miserable y terriblemente culpable por sentir tanto odio hacia todas esas personas, personas a las que amaba”.
“Lloré cuando descubrí que lo que me pasaba desde siempre tenía un nombre y que no me ocurría porque yo era simplemente una mala persona”, recordó Gilbert, quien se puso una meta: crear conciencia sobre la enfermedad junto con el Centro Duke para la Misofonía y la Regulación Emocional en la Facultad de Medicina de la Universidad de Duke.
La actriz indicó que hasta sus hijos eran conscientes de que el simple acto de masticar podía hacerla enojar. “Yo hacía una señal con la mano, hacía que mi mano fuera como una marioneta y parecía que estaba masticando y luego la cerraba de golpe, ¡como si dijera ‘cierra la boca’!”, recuerda. “Mis pobres hijos pasaron toda su infancia conmigo haciendo esto. No les permitían comer chicle”, recordó.
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